Salvemos el emprendimiento
Abogado Consejero de la Sofofa
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Fernando Barros
Con la llegada de 2017 entraron en vigencia las últimas disposiciones de la reforma tributaria del gobierno de la Nueva Mayoría, aquella que se nos dijo solo afectaría a los ricos y jamás a los sectores medios y bajos.
Los innegables efectos adversos que ésta ha tenido y el afán refundacional del gobierno los han sentido, precisamente, los que se buscaban favorecer con el incremento del Estado y de su devoradora burocracia. Hoy se generan menos de un tercio de los trabajos que se crearon en el gobierno de Sebastián Piñera, y numerosos empleos bien remunerados, estables y protegidos han sido reemplazados por un eufemístico empleo por cuenta propia, representado por miles de vendedores ambulantes, malabaristas y acróbatas de los semáforos.
La creación de empleos está estrechamente vinculada a la economía, pero especialmente a la inversión y emprendimiento. Poco sirve a la creación de buenos empleos el que los inversionistas y emprendedores locales encuentren fuera de Chile un ambiente más amable para emprender que en nuestro país.
Así como en las relaciones humanas y en nuestra vida personal privilegiamos los ambientes gratos, en que se den las condiciones para desarrollarnos y recibir una justa retribución por nuestro esfuerzo, en la vida económica los emprendedores, inversionistas y los que están dispuestos a arriesgar lo que tienen por materializar sus sueños creadores, requieren las condiciones adecuadas para que su tesón pueda germinar y nacer a la vida económica, crecer y ser exitoso.
En las economías centralmente planificadas, el partido único, los comités revolucionarios y otras expresiones de la supresión asfixiante de la libertad de emprender, tienen el monopolio de la asignación de los recursos. En las economías libres, las iniciativas privadas requieren captar financiamiento y ello está disponible solo para buenos proyectos, que renten acorde a los riesgos implícitos y recursos comprometidos.
Quienes deseen emprender tienen claro que deben escoger el lugar más adecuado para incubar su proyecto, para que quienes participan en su propiedad puedan obtener la máxima retribución. En el caso de los trabajadores se denomina remuneración y para los emprendedores e inversionistas se trata de utilidades que se expresan en dividendos.
De esta forma los que crean empresa, y con ello generan trabajo y riqueza, deben traspasar las barreras que día a día agregan los burócratas, deben lograr que sea rentable y, por último, deben asegurarse de estar en el país que les cobre lo menos posible por trabajar en su territorio.
A partir de este año los pequeños y medianos emprendedores que logren concretar sus proyectos, capten capital y los estructuren en la forma jurídica en que se organizan estos, se encontrarán que en Chile de cada
$ 100 que gane su empresa, el Estado les quitará $44,45 por concepto de impuestos a la renta.
Si bien podemos discutir y disentir respecto de si ese nivel impositivo es adecuado para un país en desarrollo, o si se ajusta a lo que recibimos a cambio de nuestros impuestos, el problema es que este emprendedor tiene la opción de desarrollar el mismo proyecto en un país vecino, en el que no se desprecia el legítimo afán de lucro y donde el mismo emprendimiento le significaría una carga tributaria no superior al 35% en el marginal. Es decir, de los mismos $100 de utilidad él podrá retener $ 65, esto es, casi 10 puntos porcentuales más que si desarrollara su negocio en nuestro país.
Si usted tuviera que optar entre dos caminos que conducen al mismo destino y uno es más amistoso con sus usuarios y tiene un peaje un 20% más barato que el otro, ¿cuál elegiría? Por eso hoy la creación de empleos en Chile está en un nivel similar al de la época de la crisis sub prime.
Lo anterior es solo un botón de muestra de las desastrosas consecuencias de una reforma tributaria ideologizada, mal pensada, que eterniza las diferencias sociales al promover la mediocridad de un irreal estado de bienestar y que obstaculiza el emprendimiento al hacerlo más costoso y menos rentable que las muchas otras opciones que un mundo global ofrece a los que quieren trabajar.